martes, 6 de marzo de 2012

6 de marzo, año 2022

Aquel día hacía exactamente diez años desde que todo se había ido a la mierda. Diez años. 
Si no se había perdido la cuenta de todo aquel tiempo era gracias a la genialidad que alguien tuvo de llevarse un calendario consigo, cosa que no muchos se pararon a hacer tras verse el mundo abocado a tan tétrico final.
En las calles, pese a que los escombros y la suciedad aún estaban presentes en estas, reinaba el jubilo y la fiesta. Si, por raro que pareciese aquel era un día de celebración para los supervivientes por el simple hecho de serlo, de haberse librado finalmente de cada uno de aquellos seres que antes deambulaban por las calles. Cumpliendo con las antiguas tradiciones, la humanidad celebraba los males del pasado, disfrazándolos de borracheras para pasar mejor el trago.
Marcell se encontraba en aquel laboratorio alejado de la mano del mundo. Por la mañana un helicóptero que en su día perteneció al ejército había ido a buscarle a su casa y se lo había llevado al único lugar en el que ningún humano en su sano juicio desearía estar; el laboratorio en el que tenían cautivo al último infectado de la pandemia.
Tras unos pasillos desolados, iluminados por unas tenues bombillas y un pútrido olor que habría hecho vomitar a cualquier persona se encontraba la renombrada sala 0. La sala en la que el doctor Billius realizaría aquel curioso interrogatorio, no menos que a aquel maldito bicho, y aquello a Marcell le ponía de los nervios. Meses y recursos malgastados en la recuperación de la conciencia humana de algo que debería estar bajo tierra. Menuda estupidez, y sin embargo, por decreto general de la junta aquel proyecto había salido adelante. 
El doctor Marcell Menendez era un tipo de escasa altura y era sorprendente que tras la escasez en la que el mundo se había sumido siguiera estando tan regordete como el primer día, de pelo canoso tras los infortunios que había tenido que pasar para sobrevivir y de un carácter gruñón y agrio que hacía que la mayoría de sus compañeros le evitasen. A él de entre todos le había tocado el papel de supervisar las grabaciones de lo que el infectado 10, como muchos le habían nombrado, tuviera que decir. Oh no, pero Marcell no era tonto, no se creía aquel rollo de la historia que sus superiores le habían contado; él sabía que el doctor Billius solo quería encontrar a Philia, su mano derecha, el báculo que le había sostenido siempre en aquella sociedad de locos.Como si a aquel pez gordo no tuviese mejores cosas que hacer que interrogar a un engendro.
Billius y Philia, junto a otros tres, habían sido los pilares de supervivencia para muchos. Habían sido los gobernantes de Alejandría, pero no todo había ido bien para ellos. Cuando la era de los No Muertos llegó a su fin, tan solo eran cuatro, pero algo sucedió el mismo día de la vuelta al continente, que Philia desapareció sin más, de un día para otro ya llegado a su fin aquel apocalipsis. A los ojos de Marcell, Billius no había sido más que un idiota al que habían dejado plantado, pero muchos de los allí presentes que decían conocerla, cosa que Marcell dudaba, querían encontrarla a toda costa. Para lapidarla, se decía el científico, que no tenía mucha simpatía por los cinco líderes.
De repente, la intensidad de las luces descendió. Finalmente parecía que el experimento iba a comenzar. El hombre, pese a sus quejas, no quería perderse tal acontecimiento, así que con sus andares bruscos se acercó a la vitrina y como muchos de los allí presentes se quedó congelado, observando aquel espectáculo atroz.
Billius, a quien nadie había visto jamas el rostro tenía este cubierto por una máscara de protección  que evocaba a una de las mascaras anti gas de la antigua Rusia soviética y todo su cuerpo iba cuidadosamente tapado, sin dejar un resquicio de carne a la vista, pues todo cuidado era poco. De cara a él, se encontraba el Infectado 10 y como la mayoría de los allí presentes era la primera vez que tenían la oportunidad de verlo, o mejor dicho, verla.
Lo que en su día había sido una larga cabellera rubia,  que ahora presentaba un aspecto ajado y raido, caía cubriendo parte del rostro de la muchacha, si es que así se la podía llamar. Aquellos ojos algún día habían sido verdes y claros, podía verse, pero ahora solo era una mancha apagada cuyo color se desteñía con el paso del tiempo, tendiendo a ser grisáceos. Las venas podían verse bajo aquella piel cerúlea y hundida, agrietada por la enfermedad y probablemente, por algún golpe que aquel ser se hubiera dado en su tiempo. La mordedura o arañazo debía estar donde la mesa lo tapaba, pues ninguno de los científicos allí presentes había logrado dar con la herida que había acabado con la humanidad de aquella joven. Sus ropas estaban gastadas a raíz de la descomposición, y cubiertas de sangre, pues como el resto de seres, mostraba signos de hemorragia por varias partes de su cuerpo.
En aquel momento, la criatura, que había permanecido en el más absoluto de los silencios hasta el momento se removió bruscamente y movió una de las manos en dirección al doctor Billius, que ni se inmutó, pues aquella mujer había sido encadenada de pies y manos a la silla en la que se encontraba, la cual estaba soldada al suelo, por lo que la mano quedó suspendida en el aire, en los límites que sus amarres le marcaban. No se había escatimado en seguridad y no era de extrañar.
En aquel momento, mientras que todos los científicos habían retrocedido por instinto, Billius extendió la mano, pero sin ponerla al alcance de la infectada, en un intento de tranquilizar al ser sin siquiera saber que pasaba en aquellos momentos por su mente. Y ante la mirada incrédula de los allí presentes el doctor Billius, con su voz firme le preguntó a la paciente 10 si les podía contar su historia desde el principio.
Si aquel curioso grupo de hombres y mujeres ya estaban de piedra lo que pasó a continuación los dejó aún más perplejos, pues tras las palabras del doctor ,un gruñido y una nueva sacudida de ira contenida en un intento de alcanzar su presa, la mirada del No Muerto se posó sobre el doctor y como si de un robot se tratase, comenzó a hablar, con una voz femenina distorsionada por la ronquera comenzó a narrar lo que había pasado desde el principio de aquella catástrofe e incluso se estremeció ante los recuerdos que por su mente pasaban. Recuerdos de exactamente diez años atrás. 

Recuerdo que durante la comida en el telediario habían anunciado la inminente retirada de la embajada española de Siria. Aquello a mi padre no le gustó, dijo que aquellos pobres hombres iban a pasarlo mal, pues España no era el único país que había retirado a sus diplomáticos. Aquel lugar estaba en guerra y Estados Unidos había decidido intervenir. Recuerdo que según dijo mi padre, el ataque iba a ser de los más brutales, pues no solo los diplomáticos se habían retirado, si no que cualquier país que tuviera allí sus tropas las había hecho volver a casa. Desde luego aquello pintaba muy mal para aquellos pobres hombres.
Recuerdo que aquella tarde fue tranquila. Me había quitado bastante trabajo de delante en un par de horas libres que había tenido entre clase y clase, así que de tarde salí a ver a un amigo, y recuerdo que con él estaba Philia.
Ella era caótica. Yo jamas pude alcanzar a ver lo que su mente veía en una noticia normal, claro que a ella le gustaba hablar de las conspiraciones y demás temas que muchas veces no tenían sentido alguno pero que lograban sacar algunas risas. Recuerdo que cuando llegué, ella le contaba a Miguel que probablemente Estados Unidos lanzara un ataque bacteriológico a Siria, y de nuevo nos relató la historia de aquel sospechoso laboratorio que había encontrado hacía tiempo en el Google Maps...

 En aquel momento un nuevo gruñido quebró la garganta de la infectada 10. Y el doctor Billius decretó que era bastante por aquel día.
 Por aquel entonces todos los allí reunidos estaban convencidos del éxito del proyecto, incluso el malhumorado Marcell se mostraba sorprendido a lo que habían visto sus ojos. Todos y cada uno de ellos se mostraban expectantes a que llegase la segunda narración para volver a ver aquel fenómeno en directo.
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El inicio de una nueva era

He oido hablar mucho sobre el fin del mundo,
pero no he oido a nadie plantearse nada
sobre nuevas eras.

Debe ser cierto que el ser humano
no tiene conciencia
de como sus actos marcan la historia.


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